lunes, 30 de agosto de 2010

Correr por altura


Siente frío al salir a correr, pero no es del frío de lo que corre, es de la sensación de ahogo, del poco aire que le queda cada vez que mira el sitio donde está. Con cada segundo se obliga a mover más rápidamente los pies, como si el siguiente paso fuera a aplastar la cabeza de esa serpiente imaginaria que se le figura le está poco a poco inyectando veneno a los momentos de lo que debería ser su vida.
Pero esta carrera no es una huída, es un comerse espacios consecutivos más presto de lo que lo haría caminando, es alimentar de aire el cerebro para que no se aplaste. Al doblar la esquina encuentra que la calle está atiborrada de gente y que la multitud viste un sinfín de colores, que además de ver, siente que le despiertan olores en los que no había pensado antes,  olores que suenan al crujir de la casa de campo donde vivió su abuela. Esa casa que parecía hecha toda de sopas y verduras, donde el juego se disfrazaba de gallina y estas con abrigo de plumas le cacareaban a su yo más pequeño que saliera del patio y que se perdiera loma arriba con ellas, que descubriera la jungla de matas de plátano, que acechara a imaginarias presas, y que cuando estuviera complacido de su jornada, descansara  imaginando que lejanías alcanzaría de poder convertirse en uno de esos pájaros que no podía ver, pero que con su canto era suficiente para que volara con ellos y viera las cosas desde tan alto, tan alto que ninguna preocupación le daría alcance.
Pero hace mucho que no vuela, y descubrir eso  en mitad de su añoranza le da un vértigo tan horrible que en un  parpadeo cae de nuevo dentro de los zapatos que lleva, y que tan pegados al piso están. Sin embargo el recuerdo está vez ha sido suficiente para recordarle que antes no era sólo más pequeño, sino que además era tan liviano que podía ascender por el aire, y no había tempestad que hiciera titubear ese camino, y ahora hay una promesa de que ese peso que adquirió junto con los años, puede ser purgado y que aún hay la suficiente energía como para estar por encima de los cerros de un solo envión, tan alto y tan dentro, allá donde no sentirá que el aire le falta, donde la altura es antídoto contra la serpiente rutinaria.

sábado, 21 de agosto de 2010

Mudo habitación

 Medalla al desorden 

miércoles, 18 de agosto de 2010

¿Quién nos va a decir que no, entonces?

¡Ah usted!, no era mi intención molestarlo y menos despertarlo, lejos de mí tal atrevimiento.
Quería matarle eso sí, pero como a el que nunca se despierta. No pensaba someterlo y pasar por este momento de forcejeo, y no piense que era por consideración hacía usted, ¡no jamás! quería hacer que su cambio de estado me fuera de lo más descansado, ya que en vida siempre quise evitar a gente como usted, no quería que en el momento de su muerte usted creyera que me importaba tanto como para gastar energía en inmovilizarle, le quería eso sí, evitar que muriera engañado y asumiera que era algo importante para mí acabarle. Cóntentese con saber que entre el momento en que se me ocurrió hacer esto, esa vez que en púbico usted mostró agrado por esa idea que además de contraria me pareció de lo más estúpida, y este instante en el que estoy por ejecutarlo han pasado unos cuantos días. No crea que lo mato por considerarlo estúpido, no soy yo quien para juzgar eso, lo mato por convencido, por que le aseguro que confundió pensar en algo con repetirse muchas veces la misma mierda hasta convencerse, y ahora gracias a su recalcitrante comportamiento me veo empujado a hacer esto, que no le miento me duele bastante, pero es mejor hacerlo de esta manera, porque aunque quiera engañarme yo sé que usted no va a cambiar, y que lo que me liga con usted me amarra a cosas que no quiero aunque también me liga a otras que aún estimo ¡pero basta!¡no ruegue más! justamente por eso es que lo mato, por creer y rogar, por implorar así a la nada, ¿cállese no ve que no vendrá nadie?
Sabe que lo triste es que no es la primera vez que lo hago, usted siempre vuelve, se sabe camuflar muy bien entre mis cosas y hasta habla por mí, pero espero que está vez, sino para siempre, si permanezca muerto por un buen tiempo. Usted mi parte religiosa.