lunes, 8 de marzo de 2010

Pájaros

En la noche estaban los pájaros rezando a sus mezquinos dioses, esperando no tener que cultivar para alimentarse al día siguiente.
En la noche aguardaban silenciosos y permanecieron silenciosos aun cuando llegaron las criaturas que despreciaban más que a ninguna otra forma de vida sobre todo aquel mundo.
En la noche les vieron hacer las cosas raras que hacían siempre, que no dejaban de hacer, que los habían llevado a ser tan pocos, después de que vinieran las aguas.
En la noche dejaron a otro de ellos del cuello, igual que las otras noches, de nuevo se movió ridículamente ahí colgado de las ramas del sauce.
En la noche un cuerpo inerte les dio comida, saborear esa carne era otra vez su escape más fácil al hambre, no tenían que perseguirla y era sencilla de desprender.
En la noche aguardaban, mientras ellos vivieran cerca no les faltaría la comida.


Campanas
De nuevo estaba retumbando el sonido metálico, entre las montañas gritaban las notas del carrillón, era el grito de una falsa justicia, que no era más que la forma de mantener contentos a los aldeanos que se sentían amenazados por todo lo que les pudiera confrontar a la manera como llevaban la vida, eran agrios, y no se esperaría nada más que rencor de ellos.
De nuevo el carromato era la fiera que en sus entrañas llevaba a la persona que se consumiría en las afueras y al caminar entre el pueblo provocaba gritos repulsivos y eufóricos entre los espectadores que se vanagloriaban de haber conseguido que alguien más abandonara para siempre el pueblo.
De nuevo las campanas eran el latido desagradable del pueblo enfermo, no eran señal de vida si no de agonía, un que duraba tanto que no era notada, que no dejaba percibir tampoco que las células buenas de ese cuerpo eran las que se estaban desapareciendo y las que harían falta.